sábado, 11 de octubre de 2008

el hombre que se creia muerto

El hombre que se creía muerto


Había un señor muy aprensivo respecto de sus propias enfermedades y sobre todo, muy temeroso del día en que le llegara la muerte.Un día, entre tantas ideas locas, se le ocurrió que quizás él ya estaba muerto. Entonces le preguntó a su mujer:-Dime mujer, ¿no estaré muerto yo?La mujer rió y le dijo que se tocara las manos y los pies.
-Ves, ¡están tibios! Bien, eso quiere decir que estás vivo. Si estuvieras muerto, tus manos y tus pies estarían helados.Al hombre le sonó muy razonable la respuesta y se tranquilizó.Pocas semanas después, el hombre salió bajo la nieve a cortar leña. Cuando llegó al bosque, se quitó los guantes y comenzó a cortar troncos con un hacha.Sin pensarlo, se pasó la mano por la frente y notó que sus manos estaban frías. Acordándose de lo que le había dicho su esposa, se quitó los zapatos y los calcetines y confirmó con horror que sus pies también estaban helados.En ese momento ya no le quedó ninguna duda, se “dio cuenta” de que estaba muerto.
-No es bueno que un muerto ande por ahí cortando leña -se dijo. Así que dejó el hacha al lado de su mula y se tendió quieto en el piso helado, las manos cruzadas sobre el pecho y los ojos cerrados.
Al poco de estar tendido en el suelo, una jauría de perros se acercó a las alforjas donde estaban las provisiones. Al ver que nada los paraba, destrozaron las alforjas y devoraron todo lo que había comestible en ellas. El hombre pensó:
-Suerte tienen de que estoy muerto que si no, yo mismo los echaba a patadas.
La jauría siguió husmeando y descubrió a la mula atada a un árbol, fácil presa para los afilados dientes de los perros. La mula chilló y coceó, pero el hombre sólo pensaba en como le hubiera gustado defenderla, si no fuera porque él estaba muerto.En pocos minutos dieron cuenta de la mula, y tan sólo algunos perros seguían royendo los huesos.La jauría, insaciable, siguió rondando el lugar.
No pasó mucho tiempo hasta que uno de los perros olió el olor del hombre. Miró a su alrededor y vio al leñador tirado inmóvil sobre el suelo. Se acercó lentamente, muy lentamente, porque para él los hombres eran seres muy peligrosos y traicioneros. En pocos instantes, todos los perros rodearon al hombre con sus fauces babeantes.-Ahora me van a comer -pensó el hombre-. Si no estuviera muerto, otra sería la historia.Los perros se acercaron......y viendo su inmovilidad, se lo comieron...
Este cuento pertenece al libro "Déjame que te Cuente" de Jorge Bucay.
A mi cada vez que lo leo me produce cierto desasosiego. ¿Cuántas veces me habré creído algo que no soy? ¿Cómo habrá influido esa creencia en mi comportamiento y en el resultado de mi existencia? ¿Y si en lugar de estar muerto el hombre del cuento hubiera creído estar vivo y ser capaz de grandes cosas? ¿Y si tú, o yo lo creyéramos? Ahí dejo la incógnita, que cada uno se atreva a lo que sus creencias le permitan.
ECB octubre 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

este cuento me parece muy escalofriante