jueves, 5 de julio de 2007

Los niños estaban solos

Su madre se había marchado por la mañana temprano y los había dejado al cuidado de Marina, una joven de dieciocho años a la que a veces contrataba por unas horas para hacerse cargo de ellos a cambio de un poco dinero.
Desde que el padre había muerto, los tiempos eran demasiados duros como para arriesgar el trabajo faltando cada vez que la abuela se enfermaba o se ausentaba de la ciudad.
Cuando el novio de la jovencita llamó para invitarla a un paseo en su coche nuevo, Marina no dudó demasiado.
Después de todo, los niños estaban durmiendo como cada tarde, y no se despertarían hasta la cinco.
Apenas escuchó la bocina cogió su bolso y descolgó el teléfono. Tomó la precaución de cerrar la puerta del cuarto y se guardó la llave en el bolsillo. Ella no quería arriesgarse a que Paquito se despertara y bajara las escaleras para buscarla, porque después de todo solo tenía seis años y en un descuido podía tropezar y lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera ¿Como le explicaría a su madre que el niño no la había encontrado? Cuentan: que hubo un incendio. Quizás un cortocircuito en el televisor encendido o en alguna de las luces de la sala, o tal vez unas chispas de la chimenea; el caso es que cuando las cortinas empezaron a arder el fuego rápidamente alcanzó las escaleras de madera que conducían a los dormitorios.
La tos del bebe debido al humo que se filtraba por debajo de la puerta lo despertó. Sin pensar, Paquito saltó de la cama y forcejeó con el picaporte para abrir la puerta pero no pudo.
De todos modos, si lo hubiera conseguido, el y su hermanito de meses hubieran muerto devorados por las llamas en pocos minutos Paquito gritó llamando a Marina, pero nadie contestó a su llamada de auxilio. Asi que corrió al teléfono que había en el cuarto. (El sabia como marcar el número de su mama) pero no había linea. Paquito se dió cuenta que debía sacar a su hermanito de allí. Intentó abrir la ventana que daba a una cornisa, pero era imposible para sus pequeñas manos destrabar el seguro y a aunque lo hubiese conseguido aun debía soltar la malla de alambre que sus padres habían colocado como una protección

Cuando los bomberos terminaron de sofocar el incendio, el tema de conversación de todos era el mismo: ¿Como pudo un niño tan pequeño romper el vidrio y luego el enrejado con el perchero?

¿Cómo pudo cargar el bebe en la mochila?
¿Cómo pudo caminar por la cornisa con semejante peso y bajar el solo por el árbol?
¿Cómo pudo ese niño con tan sólo seis añitos salvar la vida de su hermano y la suya propia?
El viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado les dio a todos las respuestas: - Paquito estaba solo… No tenía a nadie que le dijera que no iba a poder.

Toñy Carballido

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He caido en tu blog por casualidad y me has sorprendido. Varios textos que has puesto los conocía y me enamoraron al leerlos... me has enamorado también tú. Te voy a secuestrar unas cuantas cosas... con tu permiso. Me guardo tu dirección y te leeré poquito a poquito.

Un saludo, Luciérnaga.

toñy dijo...

Si la inocensia de los niños siempre permanecierra en nosotros, nunca robariamos nada ya que ellos cojen lo que lesgusta en ese momento.Ellos no roban simplemente cojen lo que lesgusta.

Anónimo dijo...

Grácias Luciérnaga

Guarda lo que quieras! Me alegro que te guste tanto que quieras secuestrarlo

Enrique